En
el documento titulado “El Valor Histórico de las Matemáticas”, la profesora
Jessenia Chavarria recopila una conferencia dictada por el M.Sc Oscar Salas
León en el marco del curso de Historia de la Matemática. Ahora, en este intento
de diario reflexivo, pretendo externar mis reacciones ante algunas de las ideas
expuestas por el Sr. Salas. Posiblemente estas ideas no sean las más
significativas de la conferencia, pero en efecto son las que desencadenaron una
serie de preguntas u opiniones que me gustaría que se discutiesen más a
fondo.
Para empezar, me
resultó interesante que el expositor desataca que
Uno
de los principales retos que se plantea la Política Educativa Nacional hacia el
SXXI es el de “dotar a la ciudadanía de una formación en matemática sólida,
moderna, amplia y de calidad, que responda a las exigencias que el nuevo siglo
y el contexto histórico presente demandan”.
Chavarría.
Ante
tal afirmación, solo se me ocurre preguntar ¿cómo se puede ofrecer una
formación Matemática sólida a nivel de secundaria, cuando se ha descuidado
tanto la formación universitaria de los
docentes? ¿Están los docentes preparados para asumir tal reto? ¿Qué hace el MEP
para garantizar que sus empleados están en capacidad de encarar ese reto?
Sé
bien que esas preguntas no tienen respuestas positivas, y que a lo mejor es
utópico pensar que esa formación “sólida, moderna, amplia y de calidad” pueda
trascender del discurso y se lleve a la práctica. Esto porque precisamente
porque soy consciente de los baches y deficiencias en la preparación
profesional de muchos de los docentes que son responsables de capacitar a los
estudiantes para enfrentar las exigencias del contexto.
Relacionado
con este mismo reto, vemos como se define “un
perfil de educador en matemática conocedor de la historia de la misma”
(Chavarría, s.f.). A este punto, me resulta inevitable preguntar ¿qué tanto
aporta la carrera dejando el curso de historia hasta el nivel de licenciatura,
si bien se sabe que la gran mayoría de estudiantes de la carrera no llegan a
ella?
En
este caso, me parece que –a lo mejor- lo más oportuno sería buscar medidas
efectivas de presión sobre las autoridades correspondientes (universitarias y
ministeriales) para que se atienda con más seriedad este reto que tantas veces
se menciona, pero que tan pocas veces se atiende. Sin embargo, comprendo bien
que –como diría Fermat- esa discusión “no
cabe en el margen de este documento”.
Continuando
con la lectura, vale la pena destacar la afirmación de que “El trabajo
matemático es el producto de condiciones históricas y no posee plena validez
sino para estas condiciones y dentro del marco de las mismas.”
Personalmente,
considero innegable el enunciado. Esto porque se ha evidenciado que, a lo largo
de la historia, el desarrollo del conocimiento matemático ha estado
inherentemente ligado a la búsqueda de respuestas a problemas y situaciones del
entorno en el que se desenvuelve el “investigador matemático”. De manera que
pierde cierto sentido el dedicar trabajo y esfuerzo a situaciones que ya han
sido resueltas, o que a lo mejor han dejado de ser situaciones de interés.
Así,
la historicidad del trabajo matemático le da un valor agregado a la historia de
esta disciplina, ya que a través de ella se pueden conocer o identificar
características propias de los diferentes periodos experimentados por la
humanidad y la ciencia.
Por
otra parte, coincido con el autor cuando este afirma que la historia de la
Matemática podría colaborar en la creación del “ideal de un nuevo
humanismo”. Pues al “mostrar al estudiante que el producto matemático es el resultado de un
hacer humano, con sus luchas, sus fracasos, sus ideales, sus planteamientos y
replanteamientos, que igual están determinados por el medio donde se dan”, se podría
mitigar -en cierto grado- la idea de que quien estudia matemática, es alguien
“diferente”, o “fuera de lo común”; conllevando a la humanización de la
Matemática.
En
la otra mano, vale destacar que la aplicación de la historia de la Matemática
como herramienta didáctica demanda nuevas capacidades y esfuerzos por parte del
profesor quien “debe estar muy informado
de manera que sus lecciones sean muy dinámicas y pobladas de reflexiones históricas,
tanto en el plano externo como en el interno”. (Ídem)
Y a este punto
es donde cabe preguntarnos: ¿Cuán dispuestos estamos a dedicar tiempo y
esfuerzo para informarnos sobre historia y actualidad del quehacer matemático para
así complementar nuestra formación académica?
Lamentablemente,
para nadie es un secreto que la mayor parte de quienes se dedican a tareas
relacionadas a la Matemática y su enseñanza, no tienen buenos hábitos de
lectura, ni se apasionan por el estudio de
la historia. De modo que estas demandas de tiempo y esfuerzo que se
presentan al docente para el empleo de la historia de la Matemática como recurso
didáctico, pueden llegar a tornarse en completas odiseas imposibles de llevar a
cabo.
Sin duda alguna,
el aspecto histórico debería incluirse en las lecciones de Matemática. Sin
embargo, debe dejarse claro que esta no es una labor sencilla y que –como ya se
ha dicho en muchas otras discusiones- en la enseñanza no hay recetas mágicas.
Por lo que cada docente tiene la responsabilidad de prepararse personalmente, elaborar
y poner en práctica su propia estrategia para aplicar esta herramienta
educativa.
Como parte de esta primera asignación,
consulté qué es la Matemática a un profesor del CIDE ajeno a la disciplina y
obtuve la siguiente respuesta:
“Es una ciencia… que ha desarrollado el área del conocimiento de la lógica,
los números teoremas, reglas lógicas, entre otros como el lenguaje universal basados
en los números permitiendo a la humanidad el desarrollo conocimiento,
comunicación a través de este lenguaje”.